Como en
mi ateísmo militante procuro ser tolerante, mantengo una prudente distancia con
las religiones, especialmente con la católica, ya que esta creencia es la que
se ha inmiscuido, o al menos ha tratado de hacerlo, siempre en mi vida. Por
esta razón, a no ser en un caso
flagrante, procuro ignorarla durante todo el año. Pero llegamos a la llamada
Semana Santa, en la que invaden los espacios públicos y perturban mis hábitos. Toman
la ciudad, me hacen variar mis itinerarios, dejan cera y arena en las calles,
así que creo que en estos días hacen méritos suficientes para que muestre mi
disconformidad con alguna de sus actuaciones y, especialmente con las
actuaciones de algunos de sus componentes.
Hace
unas semanas, me referí a la presunción de inocencia de los sacerdotes supuestamente
relacionados con casos de supuesta pederastia, pero también apelaba al derecho
de las presuntas víctimas a ser creídas.
Quiero
partir del hecho de que, en nuestra legislación, el acusado puede y hasta
quizás debe, mentir para evitar condenas. También es licito que se acoja a cualquier subterfugio legal,
incluida la la prescripción del delito para salir exculpado. Hasta ahí nada que
opinar sobre la línea de defensa adoptada por el Sr. Vallespir.
Pero el
citado Sr Vallespir, no es un ciudadano de a píe, era ni más ni menos Prior del
Monasterio de Lluc. Monasterio
considerado por los católicos isleños como uno de los principales, sino
el principal, centro de la espiritualidad de Mallorca, y que, a semejanza del Monasterio de Montserrat en
Catalunya, tiene también su virgen negra y su escolanía, compuesta por los
coloquialmente conocidos como “blavets”, llamados así debido al color azul de su
vestimenta. Y aquí empiezan a complicarse la cuestión. Veamos la razón:
Hay un supuesto
correo electrónico de la presunta víctima en el que acusa al prior de conducta
deshonesta y de abusos hacia su persona. De forma resumida, el contenido de
este supuesto correo dice: Que dichosichos
actos fueron cometidos durante su estancia como “blavet” en el citado Monasterio.
Escribe que posteriormente fue acosado de nuevo, pero que en esta ocasión,
lejos de su influencia como prior, lo
pudo rechazar. En dicho correo apunta que no hará pública la acusación, con la
condición de que el agresor no intentara
volverse a comunicar con él.
Hay
otro supuesto correo de contestación por parte del Sr Vallespir. En el que
también en forma resumida, el supuesto mensaje dice: Agradece que no lo haga públicos los abusos a
que fue sometido. Explica que estos abusos
fueron fruto de la falta de preparación
por su parte, y explica también que fue
con el único niño que tuvo relaciones incorrectas y que la relación fue
consentida.
Suponiendo
que los correos sean auténticos, cosa que tendrá que dirimir la justicia.
¿Alguien en su pleno juicio puede aceptar que unas relaciones entre un menor de
edad y un adulto que, además era su mentor espiritual sean relaciones
consentidas? ¿No resulta curioso que el Sr. Vallespir acepte la relación ante
la manifestación de que no haría pública la situación a la que llegaron?
Partiendo
de la hipótesis de que los correos sean auténticos podríamos preguntarnos:
¿Acaso no pregona la iglesia que las normas de
su moralidad deben prevalecer sobre las normas jurídicas legales? Ante la
situación generada, no alcanzo a comprender que un miembro destacado de la
Iglesia proclame su inocencia ya que estaría en flagrante contradicción con lo que reconoce
en el citado correo. Es decir, aprovecharía la legalidad laica de poder mentir
para defenderse contraviniendo el “precepto divino” de: No mentirás.
¿Todo
vale cuando se trata de salvarse? ¿Qué razón hay, según este ejemplo para que
la Iglesia Católica quiera que prevalezca en la sociedad su posición sobre el
aborto y lo que entienden ellos sobre el matrimonio?
Publicado en El Periscopi el 27 03 2015