UCD
Es prácticamente
imposible citar a la UCD sin mencionar, al mismo tiempo, a Adolfo Suarez ya que
es difícil discernir quien hizo a quien, y separar la finalidad y los objetivos
de ambos. Uno nació para darle contenido al otro, y el fin de uno marcó la
desaparición del otro.
¿Quién era Adolfo Suarez? Hasta un momento determinado,
un miembro de las estructuras franquistas que había desempeñado, entre otros,
los cargos de Director general de RTVE, Gobernador Civil, y Jefe provincial del
Movimiento de Segovia. Todo cambió para él en 1975 cuando es
nombrado vicesecretario general del Movimiento, puesto que ocuparía hasta la
muerte del Secretario ese mismo año al que sustituyó. El 11 de diciembre de
1975 entró en el primer gabinete de Arias Navarro, formado tras la muerte de
Franco.
En
julio de 1976 el rey Juan Carlos I le encargó la formación del segundo gobierno,
y aquí es cuando encuentra la ocasión de desarrollar su capacidad
extraordinaria, por la cual ha pasado a la Historia (con mayúsculas) por
méritos propios: su increíble destreza para deshacer estructuras creadas (al
menos en teoría) para perdurar en el tiempo como eran, los principios
fundamentales del Movimiento, y la UCD.
Los
Principios eran el cuerpo doctrinal, y las “disposiciones legales” de la
dictadura que tenían instituidas para permanecer inalterables en el tiempo en
un franquismo sin Franco.
Con
una habilidad de “mago de teatro”, o, quizás, de “tahúr del Misisipi”, logró
que los mismos que tenían que guardar las esencias franquistas votaran su auto
inmolación, y todo dentro de esa “legalidad” que llevó a un proceso
constituyente del que ya he hablado. Con la aprobación de la Constitución se
disolvieron las Cortes, y se convocaron elecciones, las primeras libres desde
la II República a las que se presentó, y que ganó al frente de la UCD.
Hasta
ahora he mencionado reiteradamente a la UCD, ¿Pero qué había detrás de estas
siglas? Empecemos, antes de definir su contenido, fines y pretensiones, por
citar el nombre de la formación: Unión de Centro Democrático.
Pretendía
ser un partido político homologable con el resto partidos existentes en los
países democráticos de nuestro entorno. Sin embargo, jamás dejó de ser una
amalgama de intereses personales en busca de perpetuarse en el poder, y con una
escasa, dispar, y, en muchos casos, nula ideología. Su mensaje iba dirigido a
esa masa amorfa, y con inculta política creada por el terror generado por los
órganos de represión de la dictadura franquista. Con la prostitución
sistemática del lenguaje lo denominaron Centro.
Ni
que decir tiene que esa denominación hizo fortuna. De manera que, desde
entonces, toda formación política que, de manera vergonzante, quiere ocultar su
ideología se auto denomina como centrista, ignorando, o fingiendo ignorar, que,
tanto en geometría como en política, el centro es un punto inmaterial, que
carece de longitud, superficie, o volumen. Por tanto, carece de aforo para
albergar a nadie.
Volviendo
a la UCD, analicemos someramente la causa por las que, un ente creado
para perdurar, desapareció de la vida pública en tan corto espacio de tiempo. A
pesar de no haber una causa única para su voladura incontrolada, el origen hay
que buscarlo en su nacimiento y composición.
Como
dije anteriormente, estaba formado por un buen puñado diferente de intereses de
partida, pero con un fin común: ser parte del poder. Viendo que empezaba a
hundirse el terreno bajo sus pies, y/o no habían alcanzado las prerrogativas
buscadas, empezaron a ponerse nerviosos, y buscaron nuevos acomodos,
aprovechando que los partidos actuales no respondían, al igual que la Roma
clásica, ante traiciones.
Sin
embargo, pecaría contra la verdad si no citara que la gran destreza para deshacer
que demostró Adolfo Suarez, la contrarrestaba con su nula capacidad para
construir.
Si
unimos estas circunstancias, es fácilmente explicable el final de la UCD.