No
soy ni tan pedante ni tan presuntuoso como para pretender hacer un análisis
serio y responsable de la situación socio política y financiera y de la
situación en Hungría y la República Checa tras mi breve instancia en ambas
capitales y en algunos pueblos en los que he pasado unos días de vacaciones.
Solo
pretendo mostrar mis impresiones de viajero, al encontrarme con un entorno
distinto al habitual y tratar de mostrar objetivamente algunos aspectos que he
encontrado muy diferentes con respecto a viajes anteriores, ya que en Praga
estuve en el año 1987, posteriormente en 1998. En Budapest solo lo visité en el
1998 y ahora. Quizás lo que más me ha extrañado, es la evolución lingüística de
la población. En mis anteriores estancias, el inglés era un idioma
prácticamente desconocido para la población. Fuera de los hoteles con clientela
internacional, no se hablaba ni se comprendía. Hoy es un idioma, con el que te
puedes desenvolver en cualquier parte, no solo en establecimientos más o menos
dirigidos al turismo sino en cualquier lugar. Se puede abordar a la gente en la
calle, especialmente para recabar información sobre la situación de un lugar o
incluso sobre otros aspectos cotidianos y el porcentaje de probabilidades de
que te entiendan hablando inglés es altísimo. Bueno, todo hay que decirlo, en
Praga, también tienes muchas probabilidades que te contesten también en Inglés,
pero pueden ser turistas que no conocen
el lugar por el que preguntas.
En
otro orden de cuestiones observadas, tanto en Praga, como en Budapest, existe
la, controvertida en Mallorca, tasa turística, aunque el criterio de aplicación
es radicalmente distinto. En Budapest, se carga con un cuatro por ciento todos
los servicios que se realizan en el establecimiento hotelero mientras en Praga dicha tasa es un fijo por persona y
día. Pero lo que podría resultar un tanto anecdótico, es que los grandes
dirigentes que detentan el Poder en nuestras islas, los hoteleros, que ordenan
a la clase política que no cobren ningún tipo de tasas turísticas, ya que
caerían todas las plagas bíblicas sobre nosotros y nuestros descendientes, pues
los turistas en bloque dejarían de visitarnos. Curiosamente, estos mismos
hoteleros, que aquí se oponen (por
nuestro bien) a cualquier tipo de
gravamen y sobre todo a ser recaudadores,
son los mismos que allí las recaudan sin ningún tipo de resquemor y se
puede constatar que no se ha hundido ninguna de las dos ciudades y el turismo
no para de crecer. De hecho, actualmente Praga es la quinta capital europea más
visitada. Conviene hacer hincapié que los hoteles en los que me alojado son de
titularidad española.
Digno
de tenerse en cuenta, es que en
Budapest, la cuestión del cálculo para la determinación de la tasa resulta algo complicada. El porcentaje,
se aplica a todos los servicios ofertados por el establecimiento: habitación,
comedor, bar, mini bar y cualquier otro. Además, se aplica sobre el precio oficial de las habitaciones, que puede
no ser el mismo que el abonado en la agencia de viajes, pues la tarifa puede
variar en función del día de la semana, temporada o de eventos locales. ¿Se
imaginan como se pondrían alguno de los hoteleros si se pretendiese imponer
aquí un sistema como el que tienen allí?
Por
último un detalle, que a mi particularmente me dice que el Sr. Rajoy y sus
acólitos no tienen mucha idea de cómo está la realidad de la situación laboral
en este país, es el siguiente. En otros viajes anteriores por diferentes
ciudades, siempre he encontrado que el
personal de limpieza de las habitaciones y el que retiraba los servicios en los buffets
de los desayunos, eran mayoritariamente de ascendencia asiática e incluso de
los países menos desarrollados del este de Europa. Pues bien, en uno de los
hoteles, concretamente en el de Budapest, esos trabajos eran ocupados en gran
medida por personal español. Estoy hablando de Hungría, que no es precisamente
un país con un altísimo nivel de vida
Publicado en El Periscopi el 13 07 2015