Aprovechando la soleada mañana del día de
Navidad, salí un rato con mi perra a dar una vuelta, como es preceptivo a todo
jubilado que se precie. Tuve la percepción de que algo no cuadraba, pero de
momento no supe a que era debido. Al pasar por un parque cercano, vi niños
hablando y corriendo, y ahí me di cuenta
de lo que notaba anómalo. No había bicicletas relucientes, ni coches
teledirigidos ni tan siquiera balones o camisetas de Messi y Ronaldo. Era el
día de navidad, y no se veían niños con juguetes, los contenedores tenían
alrededor los mismos trastos que siempre, pero los envoltorios de regalos
brillaban por su ausencia. Al finalizar la vuelta, pude contabilizar solo a una
niña con un patinete con pinta de nuevo, aunque barato, y a una madre con
rasgos de emigrante a la que acompañaba una niña con una muñeca, pero que no
parecía recién estrenada, mas bien su aspecto era de las recogidas en campañas
solidarias para que ningún niño se quedara sin regalo.
De
esta, el gordito comercial de Coca Cola, también conocido como Papa Noel o
Santa Claus, tendrá que hacer un ERE a sus ayudantes, los elfos. De los renos,
solo se salvará Ruperto que será vendido a un zoo de Alemania, mientras que los
otros terminarán como albóndigas con salsa de arándanos en cualquier gasolinera
nórdica.
Ni Ebenezer Scrooge sería capaz de imaginar
una Navidad tan pesimista y gris como la que nos ha deparado el Sr. Rajoy y sus
secuaces.
Ahora, nuestros eficientes dirigentes podrán
decir orgullosos: Objetivo conseguido,
hemos amargar las fiestas a todos los estamentos sociales, menos a los
banquero, por supuesto.
Como única nota positiva, estoy convencido
que el año que viene será un poco mejor. Tiene un día menos
+Publicado en El Periscopi el 28-12-2012