Un Gobierno de un Estado Democrático, tiene como una de las primeras obligaciones la de hacer cumplir la legislación vigente, sea del gusto o no de sus componentes, sus seguidores y palmeros. Y hay que reconocer que D. Mariano ha cumplido. Es verdad que cuando estaba en la oposición puso el grito en el cielo en el caso de Juana Chaos, pero ahora en el poder ha cumplido con su deber ordenando el tercer grado de Urubetxerria.
Cierto es que no ha sabido estar en un principio, a la altura de las circunstancias, que la situación le desbordó, que debería haber otorgado el tercer grado de oficio, que no debió permitir con su indecisión a que toda la Izquierda Abertzale y muchos que no comparten sus postulados clamaran por el cumplimiento de las normas establecidas sobre enfermos en estado terminal, pero ¡oh milagro! al final lo concedió.
Aquí, no vale el sentimiento personal que se tenga sobre el etarra en cuestión, aquí lo único que cuenta, o al menos debería contar es cumplimientos de las normas que rigen en estos momentos. El preso sufre un cáncer terminal irreversible dictaminado por los forenses, luego se prescinde de sus hechos, de todo lo que prescinde la norma y se aplica esta. Sin dudas y titubeos que lo único que hacen es enturbiar aún más la convivencia.
Por eso hay que reconocer, que tarde pero ha cumplido con su obligación de gobernante, no se si por propia decisión, por miedo a otro varapalo como el sufrido ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la llamada Doctrina Parrot, o por propia convicción.
Desoyendo a sus más cavernícolas seguidores, que exigían venganza y no justicia, con esta decisión, ha dado píe a que algunos de los desencantados por no haberse podido acoger a su pesebre le tilden de traidor renieguen públicamente de los restos del Estado de Derecho que nos va quedando.
Publicado en El Periscopi el 24 08 2012
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